Es probable que en alguna ocasión hayas visto frustrada tu ilusión de aprender un idioma dada su dificultad, y puede que te hayas preguntado si tenía algo en común con tu lengua materna. Pues bien, a sabiendas de que esta tendencia es muy frecuente entre los estudiantes de alemán, en Local Concept hemos querido dedicar una entrada a este idioma tan especial, y, por desgracia, tan víctima de los estereotipos.
Aunque no podamos decirte que leer esta entrada vaya a amenizar el estudio o tan siquiera a simplificarlo, sí podemos adelantarte que, por lo menos, conseguirá que veas el alemán como algo más cercano.
La herencia germánica más allá del habeas corpus
Si de algo somos conscientes los españoles es de la inmensa diversidad cultural y artística que heredamos de los romanos y los musulmanes durante los siglos de ocupación. No obstante, solemos perder de vista que, entre estas dos etapas, la Península vivió trescientos años de presencia germana.
A partir del siglo III, los pueblos germanos fueron adquiriendo una fuerza vigorosa y poco a poco penetraron en territorios del Imperio Romano. Esto les posibilitó adquirir conocimientos nuevos y entrar en contacto con la lengua franca: el latín. Las relaciones que ambos imperios sostuvieron permitieron a los germanos nutrir su léxico con numerosos vocablos latinos ante todo referentes al comercio, la agricultura, el derecho y la industria. De igual manera, Roma incorporó voces de origen germano como helm ‘yelmo’, burgs ‘ciudad pequeña’, sal ‘sala’, cofea ‘cofia’ o saipo ‘jabón’.
Llegado el año 409 y casi al tiempo que el rey Alarico se hacía con Roma, diversos grupos de bárbaros procedentes del Rin cruzaron la frontera de los Pirineos y se adentraron en Hispania. Si bien fueron muchos los pueblos germanos con presencia en la Península Ibérica, algunos de ellos desaparecieron al poco tiempo dejando su huella únicamente en topónimos como Puerto del Alano (alanos), Puerto Sueve (suevos) o Campdevánol (vándalos).
De entre todos los pueblos, el visigodo fue el que nos legó mayor herencia léxica, la cual se fundamentó en gran medida en el campo de la onomástica (como son los nombres Álvaro y Fernando). Además, la relación estrecha que habían tenido con Roma desencadenó la difusión de las terminaciones –ez e –iz.
La etapa visigoda se caracterizó por ser una época de múltiples cambios. A pesar de ser dominadores sociopolíticos, fueron dominados en materia cultural. Tanto es así que, por ejemplo, Hispania pasó de ser una mera provincia romana a constituirse como España, una nación independiente con tintes germánicos, aunque sobre la base heredada de Roma y del catolicismo. Su intención integracionista se materializó en la elaboración del habeas corpus y en la renegación del arrianismo en el año 589, cuando el rey Recaredo adoptó el catolicismo. Por otra parte, los visigodos trajeron consigo los elementos propios de la tradición épica, como fueron las leyendas y los cantares de gesta.
A medida que se constituyeron los primeros estados germanos, los territorios adoptaron terminología propia de la nueva situación sociopolítica como, por ejemplo, ban, voz de la que deriva «bandido», o andbahti ‘cargo o servicio’ que hoy denominamos «embajada». También heredamos voces ligadas a sus aficiones principales como la música o la equitación (harpa, ‘arpa’ y spaura, ‘espuela’). Además, la transmisión de algunos vocablos germanos en los territorios conquistados favoreció la transferencia léxica en el ámbito militar, de modo que el sustantivo werra (‘guerra’) y el verbo raubôn (‘robar’) ocuparon respectivamente el lugar de bellum y furor.
Pese a que hasta ahora hemos presentado algunos ejemplos de herencia léxica, aún nos queda por abordar uno de los temas que más preocupa a quienes quieren probar suerte con el alemán. Y es que hay quienes dicen que adquirir soltura en esta lengua es prácticamente imposible. Si bien llevan parte de razón dado que se trata de un idioma muy distinto, cabe mencionar que es imprescindible hallar las similitudes entre ambos idiomas y comprender que el alemán, al igual que el español, tiene rasgos que lo hacen único. Solo así evitaremos desvincularlo por completo de nuestra lengua y, por ende, de nosotros, lo que favorecerá el aprendizaje y nos permitirá asimilar conocimientos más rápido.
Dicho esto, vamos a dedicar lo que queda de entrada a una de las características principales del alemán.
A diferencia de lo que ocurre en las lenguas romances actuales, el alemán aún emplea declinaciones de modo parecido a como lo hacía el latín. Estas declinaciones varían según la función gramatical que desempeñan los sintagmas o según lo que en alemán se conoce como «casos». El alemán actual (hochdeutsch) cuenta con cuatro casos, herencia de los que empleaba el alemán antiguo (altdeutsch). Estos son el nominativo, el acusativo, el genitivo y el dativo.
Pese a que los casos puedan resultarnos algo extraños de primeras, no lo son tanto. De hecho, aunque en nuestro idioma no existan como tal, los elementos que conforman las oraciones desempeñan funciones equivalentes a las de los casos en alemán. Tanto es así que podríamos afirmar lo siguiente: el nominativo ejerce una función parecida a la del sujeto; por su parte, el acusativo suele corresponderse con nuestro complemento directo y, muchas veces, depende de si el verbo es transitivo; del mismo modo, el genitivo desempeña una función parecida a la del complemento del nombre y suele ir acompañado de una –s final similar a la del genitivo sajón inglés; por último, el dativo suele realizar la función de complemento indirecto y, al igual que el acusativo, depende de las preposiciones que lo rigen.
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