Parte I. Conceptos generales
Traducciones de calidad. Basta echar un vistazo a la gran mayoría de agencias de traducción para cerciorarse de una característica que todas ofrecen, con bastante alegría y desenfreno; un denominador común entre el sector: calidad. Pero, ¿calidad en qué?; ¿qué repercusión tiene la calidad en mi producto final?; ¿cómo se mide esta calidad en traducción?; y, sobre todo, ¿qué es calidad?
Si nos remitimos meramente a su definición, la RAE nos propone:
En el ámbito traductológico, nos interesan principalmente –y en este orden– la tercera y primera acepciones. La traducción, disciplina subjetiva que se renueva prácticamente a diario, tiene como único objetivo satisfacer al lector o público al que va destinada. No es casualidad, de hecho, que se diga que el mero hecho de pasar desapercibida es el mejor favor que se le puede hacer a una traducción (poco afán de protagonismo, eso es cierto).
Por tanto, se podría afirmar que una traducción es de calidad cuando cumple con el fin último para que el que fue concebida. De este modo, el objetivo último de un texto de marketing sería captar la atención del cliente; el de un vídeo sobre el último discurso de Obama, comprender sus últimas propuestas en materia de economía; y el de un curso de e-learning en una universidad norteamericana, realizar el curso en tu idioma materno. Sería tan simple como eso. O quizás no.
Y es que, más allá de este objetivo se esconde lo que, desde mi punto de vista, implica la calidad: un proceso bien definido.
En Local Concept, por ejemplo, cada proyecto que gestionamos cuenta con 3 filtros lingüísticos: traducción, revisión y control de calidad (en futuras entradas analizaremos en qué consiste este control de calidad). No obstante, para Local Concept, la calidad no solo abarcaría la faceta lingüística, ya que contamos igualmente con filtros de calidad en los departamentos de Ventas, Gestión y Servicio al cliente.
De ahí que consideremos la calidad como un proceso continuo y no como algo estático. De hecho, seguir este proceso es el único modo que tenemos de garantizar que todos los pasos se han llevado a cabo de la manera y por la persona correctas y que, por tanto, podemos ofrecer unos servicios de esa –tan deseada– calidad. Nuestros pasos serían: presupuesto, puesta en marcha del proyecto, fase lingüística, maquetación/ingeniería, entrega y feedback del cliente. Y vuelta a empezar. Un proyecto nunca acaba con un «Aquí tienes tus archivos», sino con un «Dime cómo podemos mejorar nuestros servicios de calidad».
Pero, ¿y si algo no ha salido como esperábamos? Fácil respuesta: nuestros clientes siempre nos aportan feedback –positivo y negativo– para mejorar, ver soluciones conjuntas e ir de la mano hacia el camino del éxito. ¡Eso sí que es calidad!
No obstante, el término calidad, por inverosímil que parezca, es algo subjetivo (¿acaso no lo es la traducción?). Por este motivo, se dan casos en los que dos revisores, por ejemplo, dan valoraciones completamente opuestas de un texto. Pero, si el objetivo de esa traducción se ha cumplido, ¿no podríamos decir que el texto era de calidad?
Podríamos, pero no sería tan fácil. Para ello, habría que aplicar ciertos conocimientos y usar determinadas herramientas que descubriremos en entregas posteriores.
Continuará…
¡No os vayáis! Volvemos después de la publicidad.
De las cuatro preguntas planteadas en el párrafo introductorio, solo hemos dado respuesta a una. ¿Te habías dado cuenta?
- Sí → Tú sí que podrías ofrecer traducciones de calidad.
- No → Deberías estar más atento y recordar que la calidad no engaña.
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